El control de las plagas de roedores en cualquier lugar cercano a la vida humana es clave para evitar enfermedades transmitidas por estos animales, como la peste bubónica y sus variantes, la leptospirosis, la rabia, la teniasis, el cólera, la salmonelosis, la shigelosis, la triquinosis, la enfermedad del Ebola, Hantavirus, la hepatitis o la tuberculosis, entre otras muchas.
Las ratas pueden transmitirnos más de 70 enfermedades de distinta gravedad, algunas de ellas mortales.
Lejos de disminuir, la frecuencia de su contagio está aumentando en todo el mundo y, a medida que se conocen mejor las patologías que nos contagian, también crece el conocimiento del número de enfermedades asociadas a ellas.
Peste bubónica y sus variantes, una de las más peligrosas
La transmisión de la peste bubónica y sus variantes, una de las más peligrosas, ocurre cuando los roedores o las pulgas de éstos pican a los seres humanos.
Por su parte, la leptospirosis (también conocida como enfermedad de Weil o ictericia de Weill), puede provocar daños cardiovasculares, hepáticos y renales tras su contagio a través de la orina de rata.
Hantavirus, género que agrupa varios virus ARN, los cuales son transmitidos por roedores infectados, a través de la orina y heces, provocando un síndrome renal que deriva en taquicardia y taquipnea, debilidad e incluso shock cardiovascular. Se trata de un virus mortal que causa infecciones como el Síndrome Pulmonar por Hantavirus (SPHV, por sus siglas en inglés). Es considerado como un virus de riesgo de bioseguridad n° 4.
El SPHV tiene síntomas parecidos a los de la gripe en un primer momento y es transmitido por inhalación de partículas del aire que contienen elementos de excrementos, orina o cadáveres de roedores. Después sigue fiebre, dolor de cabeza, náuseas y dificultad para respirar que puede resultar fatal sin el debido tratamiento.
En resumen, los roedores son compañeros no deseados del ser humano y transmisores de numerosas enfermedades. Evitarlas requiere acudir a profesionales de la desratización para resolver cualquier problema de forma puntual en primera instancia, y después también a largo plazo a través de periódicos controles preventivos que eviten su aparición de nuevo.
En casos extremos puede precisarse la aplicación de rodenticidas, pero no siempre es necesario recurrir a esta medida química. Normalmente basta con un tratamiento de control mediante feromonas que atrae y acaba con los roedores sin venenos, actuando, por lo tanto, de forma completamente inocua para la salud, sin contraindicación alguna en lugares donde hay alimentos o personas.
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